Marcelo Caputo

Sobre Marcelo Caputo: El Tejedor de Voces y Sueños

Nací en 1973 bajo el cielo abierto de Argentina, en la ciudad de Concordia, Entre Ríos, un lugar donde los ríos y los susurros marcaron el comienzo de mi historia. Desde pequeño, como un personaje sin guion, empecé a escuchar las melodías secretas del mundo. La música me llamó temprano, y con la curiosidad de un poeta y la audacia de un buscador, respondí a ese llamado.
Mi infancia fue un preludio silencioso, acompañado por las notas de un piano y los acordes de una guitarra. A los 14 años, en 1987, subí por primera vez a un escenario, y ahí descubrí el vértigo de las luces y el eco de las multitudes. Fue un tiempo de pasión cruda, donde los acordes latían con la fuerza de un joven dispuesto a desafiar el silencio.

Los 90 trajeron nuevos capítulos: exploré el rock sin batería, dejando que un viejo órgano Yamaha marcara el pulso de mi rebeldía. Luego di el salto al pop, esbozando mis primeras canciones como un pintor que encuentra su paleta. La música fue mi tinta y las letras, el reflejo de un alma inquieta. Pero no me detuve ahí; como director que cambia de plano, me aventuré en otros territorios creativos.

Escribí versos y verdades que publiqué en Bubok, dejando un legado de tinta entre lo cotidiano y lo eterno. Como productor de radio y televisión, mi voz se convirtió en puente entre mundos, moldeando historias que danzan en ondas y pantallas. En redes sociales, fui un narrador moderno, tejiendo relatos efímeros que capturaron la atención de un público invisible.
Como agente de voicetalent, di vida a personajes sin rostro, prestando mi voz a comerciales, doblajes y sueños ajenos, con la calidez de un viejo vinilo. Como buscador incansable, persigo ideas y conexiones, siempre al borde del próximo descubrimiento, como un detective de lo intangible.

Soy songwriter de corazón; mis canciones son poemas con alas, melodías que flotan entre la nostalgia y la esperanza. Cada acorde es un paso en mi viaje, cada estrofa un reflejo de mi Concordia natal y del mundo que me acogió. Desde los escenarios de Argentina hasta los rincones digitales, he construido una vida que parece sacada de un guion cinematográfico: un hombre que, entre sombras y reflectores, encontró su luz en el arte de crear.

Hoy, mi historia sigue desenrollándose como una cinta sin fin, con la promesa de nuevos actos, canciones y búsquedas. Porque yo, Marcelo, el soñador de 1973, no soy solo un nombre: soy un verso vivo, un eco en el tiempo, un alma que sigue cantando bajo el cielo infinito de mi tierra.